Páramos

Entre mis primeros recuerdos de la infancia, en el valle donde crecí, están el observar las montañas a mi alrededor y preguntarme como seria subir a ellas para ver el mundo desde ahi, en ese entonces mi concepto de mundo era solo el valle rodeado de montañas, más allá no existía nada.

Mi abuelo, un chagra, un vaquero de los Andes, y, sobre todo, hombre apasionado por la montaña me contaba historias relacionadas a la magia de esos lugares. Montado en su caballo solía subir para cuidar al ganado de la hacienda donde trabajaba, y al suyo propio, en su huasipungo, su pequeño pedazo de tierra.

Me describía el páramo y las montañas como lugares encantados, que escondían un gran tesoro desde hace centurias, hace centurias, a la vez que me advertía de una especie de mal adición que hacía cualquiera que se aventurara a las alturas, se vería inmediatamente atrapado, envuelto en una neblina tan espesa que se desorientara hasta el punto de perderse, sometido a la voluntad de la naturaleza.

Mi abuela, una gran conocedora de las tradiciones milenarias de los Andes, conocía la utilidad de todas las hierbas de la montaña y les daba un gran valor. Asimismo, se guiaba de fenómenos astronómicos como las fases de la luna para la gestion de la chacra, como la siembra, el labrado, la cosecha, o para los aspectos pecuarios como la reproducción de los animales, y más allá, la comunidad en general se basaba en los solsticios y equinoccios para esto.

Ayer fue solsticio de invierno, celebración del Inti Raymi, fiesta en honor al sol, a las cosechas. Hoy, 23 de junio se celebra desde hace muy poquito en Ecuador, el día de los Páramos.

En estos días, yo celebro a mis abuelos, que sembraron en mí el gusto por la naturaleza y en particular por estos ecosistemas de montaña llamados Páramos. Siempre que puedo trato de subir a buscar el tesoro o a ver el mundo desde allí, y cada vez quedo más maravillado por lo que voy descubriendo.

Muchas personas creen que el tesoro es el oro que enterraron nuestros antepasados, los Incas, incluso yo lo creía. Pero en realidad son todas sus formas de vida y lo únicas que son; es el agua que bebemos en las grandes capitales de estos lares, Quito, Bogotá, al agua que se bebe en mi pequeño pueblito, y que riega nuestros cultivos; el verdadero tesoro es lo que siento cada vez que estoy allí y pienso en todo lo que ese lugar me da, es contemplar la inmensidad desde allá arriba y admirar cada detalle.

La maldición resulta ser ese ambiente difícil, sobrecogedor, que hace que las condiciones sean tan cambiantes e impredecibles, eso es lo que ha mantenido este ecosistema alejado de los impactos humanos, aunque es notorio que en los últimos años han ganado terreno, directa e indirectamente.

Posted on June 24, 2022 03:14 AM by marceloamores marceloamores

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